Existen dos tipos de relaciones a distancia. Aquellas en las que dos personas se conocen a través de internet y comienzan a charlar y a compartir momentos personales a través de la tecnología. Y también existe la situación de aquellas parejas que, en determinado momento, tienen que separarse cuando uno de los dos se marcha a trabajar a otra ciudad o inicia sus estudios universitarios lejos de su residencia habitual. La atracción mental entre dos personas que se quieren puede ser mayor que cualquier obstáculo, por tanto, conviene poner en perspectiva el hecho de estar lejos durante un tiempo.
En el segundo caso, las parejas notan más la distancia porque supone una ruptura con la rutina previa de citas compartidas en común y encuentros en la misma ciudad. La distancia produce vértigo en las relaciones de pareja porque lleva a la idea de todo aquello que puede pasar a partir de los kilómetros: aunque la distancia afectiva no se mide del mismo modo sí es verdad que en ocasiones ocurre que, la distancia es el olvido paulatino.
Sin embargo, si una pareja se plantea romper su relación en el mismo instante en el que surge la distancia como un factor, lo más probable es que la decisión de romper no se deba tanto a ese cambio de circunstancia como a insatisfacciones previas. Y entonces, la distancia se convierte en la excusa definitiva, en ese impuslo de fuerza para poner punto y final a la historia.