Generalmente, observamos el perdón desde la perspectiva propia de ser nosotros quienes decidimos ofrecer o no una disculpa a otra persona. Sin embargo, para entender el verdadero valor del perdón es positivo que hagamos el ejercicio de empatía de ponernos en la perspectiva opuesta. Es decir, recuerda una situación en tu vida en la que te has sentido realmente bien porque una persona te ha perdonado. Alguien que ha tomado conciencia de tu arrepentimiento o de tu dolor por un error, y en lugar de culparte por ello, te ha ofrecido el mejor de los regalos: un perdón que solo es posible a partir de la comprensión de las limitaciones humanas.
En relación con este punto conecta el pensamiento de Jacinto Benavente que afirma: «A perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho». Es un mensaje de humildad del que todos deberíamos aprender.
Es decir, por enamoradas que estén dos personas, es ley de vida que en algún momento se produzca una situación en la que el perdón se presenta como una solución indispensable para avanzar y pasar página. El perdón es amor. Evidentemente, es positivo analizar este mensaje en su contexto. Es decir, nadie debe disculpar las ofensas y humillaciones de una pareja con actitudes despóticas que dañan la autoestima.