La felicidad social es aquella que pone el acento en el bien común. La felicidad personal, por su parte, potencia el desarrollo individual. Está alineada con la toma de decisiones conscientes, aquellas que están en sintonía con un proyecto de vida. Parte de una expectativa personal que presenta ante el horizonte un anhelo que se percibe como alcanzable.
Pero, más allá de ser deseada, el verdadero bienestar se cultiva día a día. Habitualmente, se afirma que la felicidad es un sentimiento, pero en realidad, no se reduce al mismo. Una persona puede tener la convicción de que se encuentra en el lugar en el que quiere estar a pesar de vivir un periodo de dificultad. La razón, la inteligencia, la sensibilidad y la intuición también intervienen en la percepción de la felicidad.