Cuando estamos a punto de iniciar un nuevo año es un buen momento para soltar lastre y dejar en el pasado todo aquello que sobra con el propósito de hacer espacio en la mochila emocional a las nuevas ilusiones, alegrías, momentos de felicidad y esperanza que están por llegar en el 2016. Si iniciamos un nuevo año arrastrando el peso de las heridas, nos privamos de la verdadera felicidad. Las decepciones duelen.
De hecho, algunas duelen mucho y su proceso de curación puede tardar semanas, meses y, quién sabe, a veces, incluso años. Cada herida es distinta porque es el reflejo de una vivencia determinada. Pero estas heridas son inevitables, por tanto, no es saludable que te pongas un escudor protector para protegerte de posibles decepciones futuras a causa de estas experiencias pasadas.
Intenta caminar ligero de equipaje para no juzgar situaciones que todavía no se han producido a partir de hechos que ya pasaron. Nadie puede modificar el ayer pero cada uno de nosotros tenemos la posibilidad de tomar conciencia del tiempo real: el ahora. Y es ahora cuando puedes hacer algo para superar las decepciones y prevenir la tristeza en Navidad (una pena que a veces aflora en estas fechas al tomar conciencia de carencias afectivas y heridas no sanadas):
1. Es normal que tus heridas te duelan. Sin embargo, no conviertas el sufrimiento en algo personal. Si hablas con personas de tu entorno te darás cuenta de que cada quién tiene sus propias historias. Y el dolor es universal.
2. Cambia el foco de atención para no quedar encerrado en aquello que te duele cuando hay más vida y más esperanza fuera de ese círculo. En lugar de fijarte en ese hecho concreto, busca razones de alegría en tu vida. Detalles sencillos del día a día.
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