Todos vivimos situaciones que nos afectan más o menos en función de lo que nos importe otra persona. No es lo mismo ver la tristeza pasar de lejos como observar a alguien que te importa sufriendo por algo ante lo que sientes que no puedes hacer demasiado. Existen situaciones que son tan duras, por ejemplo, la muerte de un ser querido que podría parecer que allí nada que uno pueda hacer es suficiente. Y estamos totalmente equivocados cuando pensamos así porque en realidad, podemos aportar luz en la vida del otro a través de nuestra presencia y de nuestra compañía.
La clave reside en observar los ritmos que marca la otra persona que está en un momento en el que necesita reestructurar su vida, por tanto, está más centrada en sí misma, puede que esté menos disponible para quedar o que cuando quede le apetezca estar poco rato. En situaciones así, es un gesto de cariño hacia el otro y de empatía dar prioridad a sus necesidades pensando en cómo nos sentiríamos nosotros si estuviéramos en su situación.
La vida no es fácil en muchos momentos, es algo que hemos experimentado todos en primera persona en algún momento. Existen situaciones que nos desbordan porque la vida también está llena de misterios. Sin duda, el amor y el cariño de los demás es un refuerzo protector que nos permite sentirnos mejor con nosotros mismos.
En situaciones difíciles, tendemos a adelantarnos al futuro imaginando qué es lo que va a ocurrir. Aunque es difícil, es aconsejable frenar la mente para poner la atención en el ahora porque con frecuencia las cosas son más duras en el plano de la imaginación que la realidad misma.
Existen sufrimientos humanos que no podemos sanar de una forma inmediata. No podemos curar el dolor de quien sufre por un tema importante pero en cambio, sí podemos aliviarlo de forma momentánea porque el cariño es terapéutico. Escuchar a otra persona que está en un mal momento es un gesto que le devuelve un feedback de bienestar. Siempre y cuando la relación sea cercana, es decir, no se puede forzar el cariño nunca, y todavía menos en una situación de dolor.
Podemos sentir impotencia porque una persona que conocemos sufre alzheimer, por ejemplo. En ese caso, debemos transformar la impotencia en acción. Es decir, podemos visitar a esa persona con regularidad. Y esos pequeños gestos a los que tal vez no damos el valor que realmente tienen, marcan muchas veces la diferencia entre estar solo y no estarlo.
Mucho ánimo a todos los que están sufriendo por un asunto doloroso. La vida tiene capítulos grises y otros más luminosos pero todos ellos reportan un aprendizaje. A veces, es en los momentos duros cuando aprendemos las lecciones más importantes. Una de ellas, que hay que vivir el presente. Y otra, que nada es tan importante como la salud.
Foto – ECBloguer